ISAIAS 51,12: Yo, yo soy tu consoloador. ¿Quién eres tú para temer a un mortal, a un hombre que será como hierba?

La frustración ante el silencio de Dios


Charla grupo enero 24 de 2013

Después de nuestros primeros y dorados momentos en el camino del cristianismo, es común encontrar situaciones difíciles. Antes eran escuchadas nuestras oraciones, veíamos claramente la mano de Dios en todos los aspectos de nuestra vida, pasábamos horas en la presencia del Señor, disfrutando cada segundo como si no existiera nada más importante… y un largo etcétera. Ahora todo parece más gris, más monótono; parece como si Dios nos hubiera olvidado. Tenemos que tomar decisiones, no sabemos hacia qué dirección ir, le pedimos consejo al Espíritu Santo, pero sólo encontramos silencio.

Usted no es el único en sentirse miserable e infeliz ante esta situación. Todos los que llevamos un tiempo en el Camino, conocemos bien estos momentos y los llamamos prueba o desierto. ¿Qué nos dice el libro de Proverbios? El crisol para la plata, y la hornaza para el oro: Mas el Señor prueba los corazones(Pr 17: 3).Dios trabaja nuestros corazones, y más que probarnos, nos enseña; nos imparte enseñanzas que nos servirán en el futuro y con las cuales podremos ayudar a otros en el fortalecimiento de su fe.

Contrario a lo que muchos creen cuando no conocen bien las escrituras, Dios no tienta a nadie (Santiago 1: 13). Prueba, mas no tienta. ¿Cuál es la diferencia? La prueba, como bien hemos aclarado, es una enseñanza, es parte de la instrucción de Dios en nuestra vida. La tentación es la incitación al mal, por parte del Enemigo, y, principalmente, por parte de nosotros, de nuestra propia concupiscencia: nuestra tendencia natural al mal. En Mateo (4: 1 – 11), vemos claramente cómo el Espíritu Santo envía a Jesús al desierto para ser probado, y cómo allí, después de ayunar durante cuarenta días y cuarenta noches, es Satanás quien lo tienta a cometer pecados.
Durante el silencio de Dios experimentamos frustración. Es natural. Tenemos que decidir constantemente, y preferimos contar con la voluntad de Dios ante cualquier circunstancia. Cuando Él no habla, nos desesperamos… y es fácil hacer lo que le desagrada. Veamos cómo Abraham, durante la prueba, decide tener un hijo con su esclava Agar y no con su esposa Sarah (Génesis 16: 1 – 12). En la Biblia podemos darnos cuenta de las consecuencias que vinieron luego de su desobediencia, y de cómo la promesa de Dios tuvo lugar casi treinta años después de que Dios le ordenara a Abraham salir de Ur.
Es normal sentir angustia, no saber qué hacer con nuestra libertad, como señala Søren Kierkegaard en El concepto de la angustia. Los seres humanos vivimos enfrentando conflictos, presiones y dilemas que nos obligan a decidir. Y cuando estamos ahí, en el desierto, y Dios parece ausente, y sólo tenemos la palabra escrita para darnos ánimos y dirección ante los problemas… ¿qué hacer?
Kierkegaard, haciendo uso del pasaje de Abraham y el sacrificio de su hijo, nos menciona una solución que está en completa relación con lo que nos enseña Jesús: en medio de la prueba sólo podemos dar un salto de fe. Después de todo, es nuestra fe la que está siendo probada –desarrollada-, y Dios nos pide que la pongamos a prueba para aprenderla a usar. Cuanto más nos demoremos en hacerlo (lo cual, valga la aclaración, es tan sencillo, que se nos hace complicado a los humanos), más durará el desierto que cruzamos.
¿Cómo superar la prueba? Adoptando la actitud correcta. No hay fórmulas específicas para aplicarlas en situaciones específicas. Como señala el apóstol Pablo en la carta a los Efesios (6: 11 – 19), podemos esperar la llegada de días malos, de momentos difíciles. Es parte de la vida. Y para poder resistirlos, tenemos que hacer uso de las armas y defensas que nos ha regalado el Señor:
Confortaos en el Señor, y en la potencia de su fortaleza.Vestíos de toda la armadura de Dios, para que podáis estar firmes contra las asechanzas del diablo.Porque no tenemos lucha contra sangre y carne; sino contra principados, contra potestades, contra señores del mundo, gobernadores de estas tinieblas, contra malicias espirituales en los aires.Por tanto, tomad toda la armadura de Dios, para que podáis resistir en el día malo, y estar firmes, habiendo acabado todo.Estad pues firmes, ceñidos vuestros lomos de verdad, y vestidos de la cota de justicia.Y calzados los pies con el apresto del evangelio de paz; sobre todo, tomando el escudo de la fe, con que podáis apagar todos los dardos de fuego del maligno.Y tomad el yelmo de salvación, y la espada del Espíritu; que es la palabra de Dios;Orando en todo tiempo con toda deprecación y súplica en el Espíritu, y velando en ello con toda instancia y suplicación por todos los santos.
Analicemos cada uno de los objetos mencionados y meditemos en ellos. Era parte de la parafernalia que caracterizaba a los soldados romanos: un cinturón para ceñirse toda la armadura (la verdad) y guardar la espada (la palabra de Dios) en una vaina. Un escudo (la fe) para protegerse de cualquier ataque, conjuntamente con una coraza (la justicia). Un yelmo (la salvación) para proteger la cabeza. Sandalias (el deseo de expandir el evangelio). Ese es nuestro equipo básico, que debemos aprender a usar. Velar y orar en todo tiempo, aunque no veamos, ni sintamos nada; aunque el panorama esté oscuro y frío. Es la actitud correcta ante toda prueba, que, por difícil que sea, no durará para siempre.


Realizado por:
Santiago Hoyos